viernes, 10 de septiembre de 2010

'Educación sexual en la familia'

En los hogares de nuestra sociedad, la mayoría de padres no hablan directamente sobre sexualidad con sus hijos o, si lo hacen, la información es limitada a la menstruación y a vagas formas de expresar expectativas sociales (''cuidaraste", "haraste hombre"). Por ejemplo, la mayoría de niñas reciben información sexual de sus madres, quienes topan principalmente el tema de la menstruación. Desafortunadamente, esta información suele ser dada con un tono de secretismo, vergüenza, y como "algo que tenemos que soportar". Lo ideal sería que la niña concibiera la menstruación como una experiencia de "convertirse en mujer y de ser potencialmente capaz de ser madre".
Otro tema que las madres topan con sus hijas es el de las relaciones pre-matrimoniales. Este diálogo se desarrolla en un tono de "cuidaraste de los hombres" y se proyecta la idea de que "los hombres son peligrosos".
Estos mensajes no son educativos porque no hacen consciente a la mujer de su propia sexualidad, sino únicamente de la fuerza sexual masculina. Con este tipo de mensajes, se inicia en ella un proceso de desconocimiento e incapacidad de control sobre sí misma.
La mujer se quita la responsabilidad personal y se convierte en víctima de la "sexualidad masculina".
Es curioso que en la mayoría de hogares a los hijos varones no se les da ninguna o muy poca información sexual. Por lo general, el niño varón se enfrenta a su primera eyaculación sin tener idea de lo que ésta significa. El varón no pregunta por vergüenza y queda un vacío de conocimientos muy difícil de llenar. Así, el varón no recibe el mensaje de "convertirse en hombre y ser capaz de ser padre". Mensaje que le haría valorar su sexualidad, respetar su cuerpo, y seleccionar la mujer con la que lo comparte.
En nuestra sociedad, hay familias donde la educación sexual del varón consiste en que el padre le lleva a un prostíbulo para que se inicie sexualmente con una prostituta. En estas circunstancias el joven recibe el mensaje de "debes tener una experiencia sexual, no es necesario el afecto ni la relación con la persona con la que estás; lo importante es que aprendas, sin importar si amas o satisfaces a tu pareja sexualmente". Estos jóvenes aprenden que hay dos tipos de mujeres: "la mujer con la que se disfruta el sexo" y "la mujer con la que se casa y se tiene los hijos".
En otros hogares se da a los hijos varones el mensaje de "ten cuanta experiencia sexual puedas". Este mensaje es el principio que rige muchas conductas sexuales de los jóvenes en nuestra sociedad: sexualmente agresivos, muy poco selectivos en su pareja sexual, conquistadores sexuales no afectivos. Con esta educación, la relación hombre-mujer se convierte en una relación de "sometedor-sometida", "victimizador-víctima", agresor-objeto". Estamos estimulando "la guerra de los sexos" que nos llevará a romper con el concepto básico de familia.
En conclusión, en la familia se pueden aprender muchos aspectos de la sexualidad que tienen que ver con las relaciones físico-afectivas y con los papeles sexuales. Los padres, reflejan en sus hijos los papeles sexuales y los tabúes sexuales existentes en la sociedad, que no necesariamente nos van a servir para crear una relación hombre-mujer positiva.


¿Podemos los padres confiar plenamente en la educación sexual que se imparte en los colegios?
En la escuela se aprende sobre sexualidad de manera informal (a través de los amigos) y en forma sistemática si existe un currículum que incluye el tópico "educación sexual".
Hay diversos manejos que hacen las escuelas sobre educación sexual formal. En algunos casos se enfatiza la biología sexual y no se da oportunidad de hablar sobre la sexualidad en cuanto toca nuestras vidas y nuestros destinos. No se permite el diálogo flexible sobre los valores sociales y las experiencias sexuales que importan personalmente a los niños y jóvenes. En otros casos, se ponen de relieve ciertos aspectos religiosos mal orientados que generan sentimientos de culpa en los más creyentes y sentimientos de "quemeimportismo" en los menos creyentes.
En unos casos, los estudiantes aprenden que "el cuerpo es bueno, pero lo que se experimenta con él puede ser malo" o "el cuerpo es bueno, pero no profundicemos en él y sus funciones". En otros casos, toman la cátedra los sicólogos, quienes encuentran fuertes conflictos entre lo que dice la ética religiosa y la sicología en aspectos como la masturbación, la homosexualidad, y la anticoncepción.
La mayoría de padres están de acuerdo con la educación sexual aunque tenga que topar temas conflictivos desde el punto de vista religioso y sicológico. Sin embargo, en muchos hogares, los padres no hacen un esfuerzo adicional para dialogar con sus hijos sobre los aspectos polémicos.
Una minoría de padres se oponen a la educación sexual en los colegios porque prefieren evitar el diálogo sobre temas conflictivos y no quieren verse en la situación de analizar con sus hijos los tópicos de la sexualidad que les producen fuerte ansiedad, en particular la masturbación y la homosexualidad. Probablemente, consideran que los argumentos del educador sexual pueden convencer más fácilmente a sus hijos que sus argumentos. Si esta es la razón, valdría la pena que los padres analizaran y profundizaran más en sus convicciones personales.
Los padres de familia no podemos "lavarnos las manos" y dejar toda la educación sexual al sistema educativo. Nosotros tenemos que involucrarnos personalmente, hablar con nuestros hijos sobre nuestros valores sexuales, darles el ejemplo de vida sexual que esperamos para ellos. Cualquier limitación o equivocación que exista en la educación sexual de los colegios tendrá poca importancia si nosotros estamos ahí para la verdadera guía que necesitan nuestros hijos en el momento oportuno de sus vidas.

¿Cómo podemos ayudar a crear en nuestros hijos una actitud positiva hacia la sexualidad?
Tenemos como padres que librarnos de la actitud "sexualidad y tabú", "sexualidad y prohibición" o "sexo-malo" y, en vez, sentir profundamente la asociación "sexualidad-bueno-placer-amor- responsabilidad". Así disminuirá la "magia" que estimula la sexualidad prohibida; disminuirá la represión inconsciente, que impide una sexualidad plena, y aumentará el sentido de control y responsabilidad personal.
La educación sexual abierta quita lo "prohibido", lo "malo" de la sexualidad. La convierte en una conducta humana natural y positiva, que necesita ser desarrollada para el bien personal y el de la sociedad. Permite a las personas reflexionar sobre todas las conductas sexuales y tomar decisiones basadas en la realidad personal y social.
Parte de la angustia de la sociedad en abrir el tema de la sexualidad como una conducta de la que se puede hablar es que, una vez que se da oportunidad de diálogo, también aparece la oportunidad de "decisión". Así, la sexualidad deja de ser una conducta que se debe "aceptar sin ninguna opción a transgredir las normas de la sociedad" y se convierte en una responsabilidad personal.
Para desmitificar los tabúes sexuales es preciso tener una actitud positiva frente a la sexualidad y aceptar que es una expresión sicológica, social y corporal natural y positiva a la que tienen derecho los niños, los jóvenes, los adultos y los viejos. "Abrir el diálogo" en realidad significa "aceptar su existencia" para lograr una completa conciencia de su fuerza, sus consecuencias, y sus potencialidades. "Abrir el diálogo" significa "entregar la responsabilidad" a cada quien, es decir al actor, a la persona misma. "Abrir el diálogo" significa que la sexualidad de nuestros hijos no nos pertenece sino que es una expresión a la cual tienen derecho a acceder sin sentimientos de culpa, sin angustia, sin mentiras, es decir, con plena conciencia, con responsabilidad. Este es el reto que nuestra sociedad tiene que asumir, y nosotros como padres, debemos facilitar.

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